DEL COMPLEJO MESIÁNICO DISFRAZADO DE AMOR

Si esta situación se traslada al terreno de la mujer que, como dice Nietzsche en ECCE HOMO, pretenda llevar por superstición la bandera de querer creer que el amor lo puede todo, y se proponga como proyecto de vida endosar su existencia al portador para “salvarlo” (si es que realmente quisiera ser salvado) le deseo la mejor de las suertes en la corrección óptica pertinente que contribuya a ocultar las distorsiones, permitiéndole interpretar por feliz o al menos llevadera su vida, pero como todo juego infantil concluye con dolorosas conexiones a la realidad haciendo que el lúdico efecto endorfínico se desvanezca de golpe y se conozca lo que está detrás de la máscara, un niño asustado que a su modo intenta comprender un mundo y que al final no puede esconder sus ganas de no ser ayudado. Pero no se preocupen, el complejo mesiánico es adictivo, y si se intenta dejar siempre habrá un síndrome de abstinencia que recuerde su poder sobre nosotros, casi como una maldición que más de alguno que después de leer esto siga creyendo que es su misión.